DECAPITARSE A UNO MISMO




A veces se despierta uno bajo el taciturno reguero de lo que no fue.
No hay necesidad de recoger los pedazos,
tarde o temprano terminarán desapareciendo.
Las mañanas bochornosas, húmedas, sofocantes
hablan de lamentaciones,
se te suben a los hombros y pesan.
Es mejor no escuchar a tus compañeros de bus,
todo el mundo parece más feliz.
Lo único bueno que sacas de todo esto
es la capacidad de perderte en tu soliloquio,
las ganas que dan de escribir hasta en las paredes.
La búsqueda interminable en la televisión de películas, series,
cualquier cosa que borre la memoria,
que decapite los pensamientos recurrentes de volver.
Por ahora Medellín no es una buena compañía,
por lo menos esta youtube que le pone música,
la banda sonora que siempre quise al caminar por ahí
que hace a la ciudad menos pastosa, menos frágil, menos sola.
Nada es suficiente,
aunque me gustan los amigos que escriben poemas en facebook,
sé que muchos de ellos saben del escozor que producen las palabras que no se escriben.
Todas estas palabras,
insisto,
son para decapitarme,
para volarme los sesos,
para andar sin ver, sin escuchar, sin hablar.
Para poder pasar de la pestilente mañana a la tarde a la noche
y así seguir, seguir.

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