Poemas para remendar heridas


MAL EJEMPLO

No soy un ejemplo a seguir
ni un amasijo de buenas maneras.
Nunca he cumplido con los estándares
de la belleza femenina
pero hago reir.
A veces me cuesta la penumbra
que llevo en los bolsillos
o el manicomio que se gesta,
a pesar de los domingos,
dentro de mi cabeza.
Es inútil abusar de la suerte
o confiar en mi juicio.
Si voy directo al abismo, no importa...
Disfruto del paisaje de caída.


LO QUE SOY

Soy una escafandra que guarda un mar entero de ausencia,
un río que se pierde entre montañas 
para que los gritos no lo espanten,
un volátil pensamiento positivo que no encuentra 
camino de vuelta. 
Soy una mensajera voraz y lujuriosa,
una taciturna vertiente de mentiras en la que todos confían,
una maraña de recuerdos que se arman a punta de olvidos 
y fotografías ajenas.
Soy un camino pedregoso que pela las rodillas,
tragos de agua potable que refresca,
una extraña canción que resuena y vagabundea
en esa pequeña posibilidad de tu vida.



COMENSAL
Voy a cocinarme un poco, 
hacerme de tripas corazón. 
Amasaré mis carnes y maridaré el alma 
para que deje ese sabor amargo con el que carga. 
Disfrutaré del abandono que produce secarse al sol. 
El baño de María lo haré con las lágrimas que aún guardo, 
a fuego lento para quedar bien hecha, para que los jugos se guarden.
 Nunca una entrada, siempre el plato fuerte.



MILLONARIA

Una poeta como yo
guarda versos en su billetera 
como si fueran pesos, 
No para comprar sonrisas 
como un triste payaso,
Mucho menos lágrimas,
como un ladrón o un asesino.
Los guardo ahí, los atesoro, los cuido
porque con ellos algún día
quisiera ganarme la lotería.



RESUMEN
Soy una fiel perdedora de batallas.
Me llevo a casa las verdades de todos,
nunca la mejor parte. 
Pertenezco al compendio de infelices
que siguen viviendo a pesar de la inmundicia
que les ha caído encima.
Soy una mujer mísera a la que no le brilla el pelo
y camina sola en la noche
buscando compañía entre los espantos.
Andariega de profesión,
mentirosa desde los genes.
Abanico cada caricia
y la guardo hasta que tiene raíces.
No sé buscar complementos ni mitades,
sí esperar unos ojos que lleguen hasta el alma
y sepan entender lo que dice el desayuno en las mañanas.

RECOPILACIÓN
He aprendido a amar las cicatrices que me ha dejado la vida. 
Siempre he dicho que mi historia está atada, indudablemente, 
a las anécdotas que hay detrás de cada una de ellas.
Mordidas de perros por traviesa e imprudente niña.
Caídas de bicicletas, escaleras, aceras, por distraída y habladora.
De una de moto, la más grande y valerosa.
Cuando fui exploradora, coleccioné las más divertidas.
Algunas de cirugías, otras por azares de la vida en los que no interferí, 
pero fui víctima, en fin...
Una gran colección de cicatrices que traigo en este pequeño cuerpo 
y que sigo ampliando cada cierto tiempo.
Sin embargo, las que me ha dejado el paso del tiempo, 
las de la tristeza, las del desamor, todavía no las amo. 
Aún espero verme en el espejo y saberme quinceañera,
me cuesta reconocer a la mujer madura que me mira,
esa que no corresponde con la de adentro.
Y aunque es verdad que el ímpetu ha menguado,
sigo teniendo un corazón joven.
No temo envejecer, creo que lo que odio profundamente, 
es llegar a sentirme vieja, perder el asombro, la risa, el color.
Ahora, caminando en los cuarenta,
colecciono cremas y me miro menos en el espejo.
Subo corriendo las escaleras, para sentir que puedo,
pero las miró bien y no converso mientras lo hago.

1
Desnudemos estos cuerpos maltrechos
mostrémosle al mundo todas nuestras imperfecciones
y pidamos más besos.

2
Es innecesario acercarme a ti 
si no puedo tocar por un segundo 
tu espalda o tu vida. 

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