Un poco de todo...


Cumplir años...
Supongo que cada cumpleaños tiene su variables, ninguno es igual, como no lo son los años y supongo también que a medida que envejecemos miramos este día con una perspectiva distinta.
Es el momento de hacer balance y preguntarse por lo qué se ha hecho, qué se ha conseguido, si se está solo o cómo se está viviendo con la compañía, cuántos kilos se han subido o bajado, cuántas canas, arrugas... comienza uno a compararse con los iguales a ver quién se ve más viejo, si ellos o uno...
Se preocupa uno un poco por la gente que se ha de acordar de nuestra ínfima existencia y espera con ansias el timbre del teléfono o los bonitos mensajes que dejan por fb o wp y que a pesar de la distancia hacen que se sienta uno querido.
El caso es que en el día de mi santo, he gozado de las particularidades y sorpresas que la vida regala, empecé este nuevo año de vida con una llamada muy lejana de mi querida hermana Sandra, con un nuevo trabajo en el mundo publicitario, gocé de un deliocioso almuerzo en un restaurante que me encanta, encontré la medallita que heredé de mi madre el día en que murió y sentí con este pequeño gesto que me hablaba y se acercaba a darme un beso de cumpleaños.Las llamadas y los mensajes de tantos amigos queridos. La vida nos da regalos de maneras extraordinarias...



He aprendido a amar las cicatrices que me ha dejado la vida,
mordidas de perros por imprudente.
Caidas de bicicletas, escaleras, aceras, por elevada y habladora.
De una de moto, la más grande y valerosa.
Cuando fui exploradora coleccioné las más divertidas.
Algunas de cirugías, otras por azares de la vida en los que no interferí, pero fui víctima, en fin...
Siempre he dicho que podría contar la historia de mi vida por las cicatrices.
Sin embargo, las que me ha dejado el paso del tiempo, todavía no las amo.
Aún espero verme en el espejo y saberme quinceañera,
me cuesta reconocer a la mujer madura que me mi mira.
Por dentro no noto mucho la diferencia y aunque el ímpetu ha menguado, sigo teniendo un corazón joven.
No temo envejecer, creo que lo que odio profundamente es sentirme vieja, perder el asombro, la risa, el color.
Ahora colecciono cremas y me miro menos en el espejo.
Subo corriendo las escaleras, para sentir que puedo,
pero las miró bien y no converso mientras lo hago.




Para mis mujeres...
Nunca te enamores de una mujer que tiene patas de gallina,
eso quiere decir que a reído y llorado mil veces y entre bocanadas, siempre de humo negro, se figura el pacto que ha hecho con el diablo.
Nunca te enamores de una mujer que tenga barriga, cintura ancha, muslos fuertes.
Es seguro que cocina y se come el mundo a mordiscos, esas son peligrosas, arrancan con sus muelas cada pedazo de carne descompuesto y lo arrojan a escupitajos entre los gusanos dejando marcas profundas.
Nunca te enamores de una mujer con celulitis, lo más probable es que los años le corren hacia arriba y su espíritu le vocifera, entre sus nalgas bailarinas sostiene cada vértebra tantas veces perforada por la desdicha y amarrada con nudos ciegos por locura.
Nunca, nunca te enamores de una mujer que exhibe sus cicatrices, esas son la peores. Ya no les importa temer. Han aprendido a dar golpes con la zurda.
Y si ya lo hiciste,
no tiene sentido correr, ni huir,
ábrete el corazón con un cuchillo,
deja salir la sangre de tus venas,
y acuéstate a su lado.
En las noches te comerá los ojos el espanto
y serás completamente feliz.

Comentarios

Entradas populares