Vergüenza que no es ajena.

Tengo una vergüenza horrible, me carcome la pena, esto de ser humana se ha vuelto una total porquería. Lo siento, pero creo que el dolor por todo lo que está pasando me tiene más que sobrecogida. Ya no sé ni cuál adjetivo es el propicio para describir el nudo que tendo adentro. 

Crecí en una familia antioqueña y católica, nací a finales de los 70s, con una mamá que se quedó en la casa para cuidarnos y educarnos, un papá trabajador y juguetón. Estudié en un colegio privado y de monjas. La idea de Dios siempre hizo parte de mí, tanto como la idea de ser mujer, de tener hermanas, de respetar. Sin embargo, algo por allá, en el cerebro, en el corazón, a medida que crecía me hizo replantearme muchas cosas, tal vez haberme convertido en una lectora empedernida, descubrir las corrientes orientales, no sé. El caso es que con los años la idea de Dios cambió para mí, lo que generó cierta conmoción en mi familia. Para mi papá me volví en comunista, mi mamá lo veía como una afrenta personal, hasta mis hermanas discreparon, porque de ese tema simplemente no había porqué discutir. Lo cierto es que en mi búsqueda del significado de Dios, llegué a la simple y llana conclusión de qué no sé, estoy más enfocada en la idea racional de que es una invención del hombre, pero tengo que reconocer que aunque no soy una persona religiosa, sí soy una persona espiritual y me gusta sentir y pensar que hay algo mucho más grande que todos nosotros, una energía, una fuerza que está ahí simplemente para recordarnos que somos parte de todos y de un todo. Solo eso.  

Es así que esta situación absurda de matar a otros, simplemente porque no creen en el dios que se debería y de la forma en que se debería, me tiene muy triste. Sé, que esa idea de dios está mediada por poder, por dinero. Y más asqueada me pongo. Porque no solo nos estamos matando, estamos acabando con este hermoso planeta por ideas inventadas por nosotros mismos, supuestamente para vivir mejor. Estamos acabando todo, por tener más de eso en el banco, por comprar más cosas, por sentirnos más importantes. 
Y lo más triste, como si ya todo esto no fuera triste, es que no hacemos nada. Solo en apariencia nos importa. Ya no educamos a nuestros hijos para que les duela el mundo, no tenemos tiempo, estamos muy ocupados trabajando o consiguiendo cosas. Los mandamos a los colegios para que allí les enseñen lo que nosotros les deberíamos enseñar en casa, y cuando se los enseñan, nos enojamos porque la educación no debería ser así, tan exigente, tan estricta. Hay que ser flexibles con el respeto, con la responsabilidad, con la obediencia. ¿Ah?
Compramos mascotas o adoptamos para dejarlas en la casa encerradas, porque como con los hijos, no tenemos tiempo para sacar a pasear. Nos sentimos tan grandiosos que acabamos vidas simplemente por el placer de saber que podemos. !Qué asco!

Los colombianos somos una raza conformista, así nos hemos protegido de todas las tragedias que nos han asediado, creo que esa cosa de tener mala memoria es una estrategia que se ha vuelto genética para no enloquecernos. Llevamos no sé cuentos años matándonos en una guerra civil que parece no tener fin, y a punta de la querer la paz, están los políticos, que son la peor muestra de nuestra estirpe, disputándose quién hace o no deja hacer supuestamente a favor del pueblo.     
¿Qué hacer entonces? realmente lo que hacen la mayoria de los colombia
nos, no ver noticias, ignorar lo que pasa, pensar que todo lo malo le pasa a los otros y así seguir hasta que en cualquier momento le llegue a uno el turno y darse cuenta que se está absolutamente solo, como se deben sentir todos los desplazados del mundo, los pobres, los heridos, los hijos, las mascotas, solos. No, esa no es la solución.

Lo que realmente creo, es  que estamos mirando para el lado que no es. Si fuera a retomar el tema del principio, digamos que hay que volver a ver a dios, que no está arriba, ni abajo, que no habla, ni nos dice nada, que no quiere nada de nosotros, que no manda guerras, ni bendiciones. Digamos que ese dios es lo verdaderamente importante. No el petróleo, ni el dinero, ni el oro, ni la coca, ni el poder, ni las tetas, las nalgas, etc... Digamos que la solución estaría en volver la mirada a lo más importante, eso que dejamos de ver, para "supuestamente" vivir mejor.    

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