CARMEN (Un tentempié)

Para animarlos con el libro de cuentos que llevo en construcción "Manual de canciones para morir" por aquí les dejaré de uno de ellos, espero les guste. 


CARMEN

Los zapatos de tacón de segunda que se compraba Carmen por los lados de Los Puentes eran geniales. No solo seguían la línea que le gustaba: de plataforma, con los tacones en acrílico, coloridos y llamativos; unos con grandes moños o borlas en la punta, otros, con colores metalizados, con puntos o rayas. Tenía decenas de ellos, con innumerables colores y estilos. No era un problema comprarlos de segunda, por lo menos no tenía que domarlos porque ya viejos eran como un guante. Más que un accesorio, engalanaban perfecto al magnífico maquillaje que se hacía él solo y que había aprendido años atrás de un amigo que también era drag y había muerto apuñalado al salir de una fiesta en Palma Bahía. Cada vez que tomaba la base y la esparcía suavemente por su rostro recién rasurado, lo recordaba con dolor. Se llamaba Augusto, un nombre muy potente para un marica tan emplumado, eso decía él y nos hacía reir a todos. Se hacía llamar Gloria, era su nombre artístico, reconocido y admirado en la escena drag y gay de esta ciudad que en pleno siglo XXl, todavía se ruboriza cuando ve a estos hombres vestidos como mujeres tan llamativamente. Ya lo habían amenazado, una vez por Laureles unos hombres en camioneta les habían gritado muchas cosas, entre ella, que los iban a picar por marica y por estarse exhibiendo así delante de los niños. ¡Qué ridiculez! y lo mataron con 3 puñaladas. Todavía la policía está investigando. Nunca sabremos la verdad, piensa Carmen, mientras termina de delinear con una línea gruesa los labios que irán en un naranja fuerte.   

Esos zapatos altísimos le hacían lucir espectaculares sus vestidos brillantes bordados con canutillos y lentejuelas. Se ponía por debajo unos calzones grandes con faja para el abdomen y nalgas de espuma que se veían y sentían muy reales. Carmen era su nombre artístico, tributo a su abuela que tanto lo quiso y entendió sin juzgar nunca su personalidad y sus gustos que desde pequeño fueron tan peculiares. Su mejor amiga por muchos años se llamó Elena, una mujer maravillosa que antes había sido hombre y que fue siempre su peluquera personal. La habían matado supuestamente por robarla en el salón de belleza que tenía por San Diego. Por eso entendía a su nieto, Elena le había mostrado otra manera de ver la vida.  

Se llama Oscar y es abogado, especialista en derecho de familia. Había comenzado con lo del transformismo cinco años atrás, por unos amigos que también eran abogados. En octubre, para una fiesta de disfraces, lo planearon como un juego: alquilaron vestidos, pelucas, contrataron maquillaje con Aurora la que por ese tiempo manejaba el salón de Elena, se fueron a buscar los tacones perfectos en una tienda especializada que habían puesto por la 70. “La jaula de las locas” nombraron el carro con un letrero que mandaron a imprimir y se fueron gritando y cantando a todo pulmón las canciones de despecho de Juan Gabriel, hasta la discoteca que quedaba en Sabaneta, ese fue un 31 de octubre memorable. Se ganaron el primer premio por el mejor disfraz y por el show, porque hasta un pequeño baile coreográfico habían ensayado. Desde ese día Óscar decidió que quería seguir con lo de ser drag, habló con su amiga la maquilladora para que le enseñara y comenzó a asistir a ensayos, a montar los personajes para imitar: Helenita Vargas, Marilyn y hasta Cleopatra eran algunos de los que más disfrutaba interpretar. Los shows los hacían en muchos bares del Poblado y la 70, algunos reconocidos por su exclusivo público homosexual. Disfrutaba de verdad ese ambiente festivo, la gente los rodeaba de afecto, los amigos asistían y se sorprendían cada vez más de su porte y aspecto llamativo bien manejado. No obstante, quedaba un regusto de miedo por las muertes cercanas de amigos y amigas, por el rechazo de la gente “normal”, por la intolerancia y la apatía; estos serían los retos más difíciles de asumir en esta vida poco tradicional.  

Carmen era algo así como un alter ego que le había cambiado la vida a Óscar. Le había dado un nuevo impulso, deseos de explorar y salir al mundo como un ser diferente. Cuando pensaba en esto, recordaba también con cierta ternura el proceso de reconocimiento que había vivido para aceptar su homosexualidad y el miedo que sentía para salir del closet en plena adolescencia con sus papás que de hecho lo habían tomado muy bien. Amor, le dijo su madre, todos sabemos que eres homesexual, estábamos esperando que tu lo aceptaras, no será un camino fácil, pero te apoyaremos siempre. 

Pero la anécdota que más vergüenza le produce y que como Carmen aprovecha para reivindicar y hacer catarsis al contarla en sus shows. Es la historia de una gran pérdida y de una burla que ella misma se hace en la que divierte hasta las lágrimas a su público.

Les cuenta de la vez que iban para Manizales al festival de teatro, uno de los más importantes del país.  En una curva, el conductor de la van perdió el control, seguramente por aceite en la vía, el carro patinó a gran velocidad hasta terminar metido en un arenero de una construcción cercana. No hubo heridos y al vehículo no le pasó nada de importancia más que un poco de rayones en la pintura trasera. Sin embargo, mientras daba un trompo, una de las puertas traseras de la van se abrió y la maleta en la que Carmen llevaba parte de su magnífica colección de tacones salió volando por la mitad de la vía, abriéndose de par en par y desperdigando por todas partes su contenido. Una tractomula de esas de llantas enormes y que debía pesar toneladas no tuvo tiempo de frenar y pasó por encima aplastando y destrozando los zapatos en un santiamén. El grito de Óscar fue desgarrador, tuvieron que retenerlo para que no se atravesara en media vía y terminara atropellado. Uno de los hombres de la construcción cercana, detuvo por un momento el tráfico y todos los que iban en la van recogieron lo poco que quedó en buenas condiciones. Ningún par quedó completo. 

Óscar llegó a Manizales destrozado, sin ganas de ser Carmen ni convertirse en Gloria Trevi, la cantante que interpretaría y sería su gran estreno en esta ciudad. De la pérdida se enteró todo el mundo, sus amigos y amigas de todo el Eje Cafetero y organizadores del festival, lo abrazaron y dieron el pésame por la pérdida. Realmente fue mucho el alboroto que se armó por este extraño accidente, hasta una nota en el periódico local salió al día siguiente. Óscar estuvo encerrado un día entero en su habitación hasta que alguien le mandó la noticia, solo ahí entendió que aquella tragedia era más bien una comedia y que su reacción había sido desproporcionada y terminó avergonzado de todo el show que había armado por sus zapatos. 

Esa noche Carmen salió a escena, cantó, bailó y contó la historia de su pérdida, narró uno a uno los momentos de tristeza y dolor mientras veía sus tacones rodando por la vía que baja a la Pintada y como fueron destrozados por una enorme tractomula. Todos en el teatro rieron a carcajadas, lloraron de la risa, fue una noche espectacular con la pinta de la Trevi y unas botas altísimas, prestadas. 






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