ÑAPA PARA ESTAR EN FORMA

 



Me gusta hablar de temas cotidianos, escribir sobre banalidades o temas trascendentales que tal vez no le importan a nadie, son ejercicios de escritura para mantenerme en forma, a la final de eso se trata.

Mi mamá: parte 1
Hace un poco más de 45 años me volví la hija de mi mamá, la tercera después de 12 años, no la última. Ella nunca lo aceptó, pero sé que fui un error de cálculo, nadie en su sano juicio trae al mundo un hijo cuando ya tiene dos con 12 y 13 años. Supongo que fui concebida sin querer, pero nací siendo muy querida. Al año y dos meses nació mi otra hermana, buscada eso sí, para que yo no me quedara como hija única. Esta conversación no la soportaba mi mamá, yo en broma le hacia el reclamo: ma, es que todas fueron buscadas menos yo. Ya entiendo porque soy como soy. Y ella se limitaba a decir: no Natalia Andrea -porque los segundos nombres son para regañar o reafirmar- usted siempre fue muy querida, igual que las otras. Tan linda!!! nunca supo cómo enfrentar mis reclamos. Mi adolescencia fue una tortura para ella, es que creo que si hiciera terapia descubriría que lo de mi concepción es respuesta a mi rebeldía y desobediencia, en fin... Recuerdo que peleábamos todo el tiempo, nos dejábamos de hablar, nos mirábamos feo, ella me retaba y yo a ella. Con los años y cuando fue consciente de la mujer en la que me convertí (gracias a ella) me miraba orgullosa en mi papel de profe y sobre todo como escritora, le encantaba que yo escribiera, entonces, nos reconciliarnos y fuimos amigas. Le dolió que yo decidiera no ser mamá porque era su papel favorito. Amó ser mamá y realmente es que fue muy buena, no solo con nosotras, su corazón de mamá abrazó a muchos en este mundo mientras estuvo viva. Es inevitable no pensarla en este mes. Los que la conocieron saben que fue una mujer genial.









Mi mamá, parte 2
Siempre he sido chiquita como verán pero antes, creo que era más brava. Me avergüenza confesar que no hay nadie que me recuerde en mi niñez sin una anécdota, no porque fuera una niña linda, dulce, tierna, cariñosa, no. lastimosamente fui todo lo contrario, hlorrible. Claro, no era grosera, ni llorona, ni gritona fui absurdamente desobediente y dañina. Barría con labiales, cremas, muñecas, paredes, jarrones, porcelanas, tortas y cualquier cosa que los ingenuos vecinos o familiares dejaban por ahí. Necesitaba saber de qué estaba hecho todo eso o saber qué pasaba si los dejaba caer o los estripaba contra la pared... Entonces, llegaban las quejas y quejas de todo lo que yo hacia a mis 2, 3 y 4 años y mi pobre mamá ya no sabía ni qué hacer ni qué decir. Claro que me peló muchas veces, me regañó y me castigó, pero es que yo era muy chiquita y me parecía tan divertido todo lo que hacía, además, no se me veía maldad alguna . No podía vivir pegándome, decía ella. Mi abuelita le decía que yo no era una niña normal y ella en el fondo sabía que era cierto pero, me miraba con ese amor y cierta resignación y pensaba que era que la gente la que no me entendía.
En ese patio en el que me ven llorando porque me mojaron con ajua fría mientras lo lavaban, me chupé completa una lombriz , cuando mi mamá fue a ver por qué yo estaba tan calladita se percató de algo que yo estiraba y chupaba (gas) aterrada descubrió mi asqueroso juego comestible.
Cuando nació Cata mi hermana menor, yo tenía un año y algunos meses, seguramente con los celos de niña que no entiende el afecto compartido, tomé a mi hermana bebé de la cama y la escondí debajo, se imaginan a mi pobre mamá buscando por todas partes a la bebé recién nacida y yo muda. (Ya Cata me perdonó , cierto?)
Fui dejando mi pesonalidad de terremoto cuando entré al colegio a los 5 años. Claro, tenía más espacios para neciar y gastar energía, ella decía que el colegio me comenzó a hacer más persona.





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